los musicos de bremen resumen


Érase una vez un hombre que tenía un burro que durante muchos años le había prestado un servicio llevando arriba y abajo toda clase de pesados cargas. Pero el burro se hizo viejo y el amo decidió venderlo; el animal, disgustado por esa actitud tan desagradecida, se escapó y se dirigió hacia la ciudad de Bremen.


Por el camino, el burro se encontró con un perro al que su amo había echado de casa.

- Ven conmigo a Bremen – le propuso el burro, y el perro le siguió.

Poco después encontraron a un gato viejo y abandonado, y le dijeron que les acompañara, y más adelante se les unió un gallo que tampoco estaba contento con sus dueños.

Estaban cruzando los cuatro animales, con el burro a la cabeza, un bosque que había antes de llegar a Bremen, cuando vieron brillar una luz a lo lejos. Se acercaron y descubrieron que se trataba de una casa. El gato se aproximó para dar una ojeada y al volver dijo a su compañeros.

- En esa casa hay unos bandidos que se están dando un banquete.

- Esa comida nos vendría bien a nosotros, que estamos hambrientos y cansados – dijo el burro-. Los cuatro tenemos buena voz, así que os propongo que les demos un concierto a esos bandidos.

Y así lo hicieron; el perro se subió encima del burro, el gato encima del perro y el gallo encima del gato, y luego el burro se dirigió a la ventana de la casa de los bandidos. Una vez allí, los cuatro animales empezaron a hacer ruido todos a la vez: el burro se puso a rebuznar, el perro a ladrar, el gato a maullar y el gallo a cantar, los cuatro a gritos.

Ante este inesperado convierto, los bandidos huyeron aterrados, pensando que se trata de una bruja u otra ser temible. Los cuatro animales entraron en la casa por la ventana y se dieron un gran festín.

- No podemos quejarnos – decía el burro-, nos han pagado bien por nuestra música.

Y tan a gusto se encontraron el burro y sus amigos en la casa del bosque, que cuentan que allí siguen todavía los cuatro, espantando con sus conciertos a quienes intentan molestarlos.

En cuanto a los dueños de los animales, bien pronto se arrepintieron de haberlos tratado injustamente, pero nunca supieron dónde hallarlos.

Fin
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